Con mi mamá, mi hermano y yo viajamos mucho en carretera por todo México. Los paisajes y los animales me cautivaron desde pequeña. También podía perderme horas viendo documentales de naturaleza. Mi mamá a su vez viajo mucho por todo México en acompañamiento a mi abuelo, Alfred Lau, un botánico especializado en cactáceas y orquídeas. Por lo mismo la casa de mis abuelos en Fortín de las Flores, Veracruz era un lugar mágico, una selva donde con mis primos hacíamos aventuras y donde había invernaderos con plantas de lugares exóticos y donde encontrábamos ranas, serpientes y donde había dos monos araña de mascota. Mi fascinación por los animales me llevó a yo también tener muchas mascotas exóticas que compraba en el tianguis de las cuáles ahora soy consciente fue un error haber tenido. Así empezó el amor, después llegó la acción.

En 2003, mi mamá, mi hermano y yo nos mudamos a Canadá. Desde antes de llegar recuerdo haber sido bastante sensible a los comerciales que había en la tele que nos advertían de ahorrar el agua, de no tirar basura en la calle y de que los autos contaminaban. Pero fue durante una de mis clases de sexto año de primaria donde a través de un VHS nos proyectaron un video animado sobre el cambio climático. Durante mi adolescencia mantuve interés de mantenerme informada sobre temas ambientales y de ahí cada vez se asentó más; aunque a partir ahí todavía tarde varios años en tener un rol más activo en la acción por la naturaleza.

Fue hasta la maestría, en Holanda, que explorando en internet me di cuenta de que había un fuerte movimiento global de jóvenes realizando acciones en favor de la naturaleza. Mi inquietud me llevó a aplicar a todas las convocatorias que veía hasta que un día de suerte me aceptaron para ir al evento del Investment Case del Global Landscapes Forum en Washington DC y ser la anfitriona digital del evento, mi primera oportunidad para hablar en público. Durante los siguientes cinco años mi interés principal fue seguir construyendo este movimiento juvenil y me di cuenta del poder de las palabras para inspirar a la acción. Así busque traer este movimiento internacional juvenil a México para que la juventud mexicana y latina también tuviera acceso a estas oportunidades. A mis 30 años decidí pasar la batuta de todos los grupos de jóvenes ambientalistas a los que pertenecía y ahora desde mi trabajo en GIZ busco fortalecer y darle oportunidades a jóvenes a través de esta nueva plataforma así como a mi me dieron la oportunidad.